No hay aquí paisaje: sólo hay cielo.
Lo más hondo no lo contemplan los sentidos.
¿Dónde hallará la sangre su latido mejor, sino es en vos, corazón
leve de niña, corazón con voz de nieve por lo blanco y lo puro del sonido?
viernes, 25 de marzo de 2011
La elección en el amor
...y era el Amor, como una roja llama...
Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro,
que se torcaba en surtidor de estrellas...
Al hombre normal le gustan casi todas las mujeres que pasan cerca de él.
Esto permite destacar más el carácter de profunda elección que posee el amor.
Basta para ello con no confundir el gusto y el amor.
La buena moza transeúnte produce una irritación en la periferia de la sensibilidad varonil,
mucho más impresionable- sea dicho en su honor - que la de la mujer.
Esta irritación provoca automáticamente un primer movimiento de ir hacia ella.
Tan automática, tan mecánica es esta reacción, que ni siquiera la iglesia se atreve a considerarla
como figura de pecado.
La iglesia ha sido en otro tiempo excelente psicóloga y es una pena que se haya quedado
retrasada en los dos últimos siglos.
Ello es que clarividente, reconocía la inocencia de todos los primeros movimientos.
Así, este de sentirse el varón atraído, arrastrado hacia la mujer que taconea delante de él.
Sin ello no habría nada de lo demás- ni lo malo ni lo bueno, ni el vicio ni la virtud-.
Sin embargo, la expresión primer movimiento no dice todo lo que debiera.
Es primero porque parte de la periferia misma donde se ha recibido la incitación, sin que
en él tome parte lo interno de la persona.
Y, en efecto, a esa atracción que casi toda mujer ejerce sobre el hombre y que viene
a ser como la llamada que el instinto hace al centro profundo de nuestra personalidad,
no suele seguir respuesta, o sigue sólo respuesta negativa.
Lo habría positiva cuando de ese centro personalísimo brotase un sentimiento
de adcripción a lo que acaba de atraer nuestra periferia.
Tal sentimiento, cuando surge, liga el centro o eje de nuestra alma a aquella sensación externa;
o dicho de otro modo: no sólo somos atraídos en nuestra periferia, sino que vamos
por nuestro pie hacia esa atracción, ponemos en ella nuestro ser todo.
En suma: no sólo somos atraídos, sino que nos interesamos.
Lo uno se diferencia de lo otro como el ser arrastrado del ir uno por sí mismo.
Este interés es el amor, que actúa sobre las innumerables atracciones sentidas,
eliminando la mayor parte y fijándose sólo en alguna.
Produce, una selección sobre el área amplísima del instinto, cuyo papel queda así
reconocido y a la vez limitado.
Nada es más necesario, para esclarecer un poco los hechos del amor, que definir
con algún rigor la intervención en ellos del instinto sexual.
Si es una tontería decir que el verdadero amor amor del hombre a la mujer, y viceversa,
no tiene nada de sexual, es otra tontería creer que amor es sexualidad.
Entre otros muchos rasgos que lo diferencian, hay éste, fundamental, de que el instinto
tiende a ampliar indefinidamente el número de objetos que lo satisfacen, al paso que el
amor tiende al exclusivismo.Esta oposición de tendencias se manifiesta claramente en el hecho
de que nada incomunique tanto al varón para otras atracciones sexuales como el amoroso
entusiasmo por una determinada mujer.
Es, pues, el amor, por su misma esencia, elección. Y como brota del centro personal,
de la profundidad anímica, los principios selectivos que la deciden son a la vez las preferencias
más íntimas y arcanas que forman nuestro carácter individual.
El deseo antes de nacer mira ya hacia el mañana...
Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro,
que se torcaba en surtidor de estrellas...
Al hombre normal le gustan casi todas las mujeres que pasan cerca de él.
Esto permite destacar más el carácter de profunda elección que posee el amor.
Basta para ello con no confundir el gusto y el amor.
La buena moza transeúnte produce una irritación en la periferia de la sensibilidad varonil,
mucho más impresionable- sea dicho en su honor - que la de la mujer.
Esta irritación provoca automáticamente un primer movimiento de ir hacia ella.
Tan automática, tan mecánica es esta reacción, que ni siquiera la iglesia se atreve a considerarla
como figura de pecado.
La iglesia ha sido en otro tiempo excelente psicóloga y es una pena que se haya quedado
retrasada en los dos últimos siglos.
Ello es que clarividente, reconocía la inocencia de todos los primeros movimientos.
Así, este de sentirse el varón atraído, arrastrado hacia la mujer que taconea delante de él.
Sin ello no habría nada de lo demás- ni lo malo ni lo bueno, ni el vicio ni la virtud-.
Sin embargo, la expresión primer movimiento no dice todo lo que debiera.
Es primero porque parte de la periferia misma donde se ha recibido la incitación, sin que
en él tome parte lo interno de la persona.
Y, en efecto, a esa atracción que casi toda mujer ejerce sobre el hombre y que viene
a ser como la llamada que el instinto hace al centro profundo de nuestra personalidad,
no suele seguir respuesta, o sigue sólo respuesta negativa.
Lo habría positiva cuando de ese centro personalísimo brotase un sentimiento
de adcripción a lo que acaba de atraer nuestra periferia.
Tal sentimiento, cuando surge, liga el centro o eje de nuestra alma a aquella sensación externa;
o dicho de otro modo: no sólo somos atraídos en nuestra periferia, sino que vamos
por nuestro pie hacia esa atracción, ponemos en ella nuestro ser todo.
En suma: no sólo somos atraídos, sino que nos interesamos.
Lo uno se diferencia de lo otro como el ser arrastrado del ir uno por sí mismo.
Este interés es el amor, que actúa sobre las innumerables atracciones sentidas,
eliminando la mayor parte y fijándose sólo en alguna.
Produce, una selección sobre el área amplísima del instinto, cuyo papel queda así
reconocido y a la vez limitado.
Nada es más necesario, para esclarecer un poco los hechos del amor, que definir
con algún rigor la intervención en ellos del instinto sexual.
Si es una tontería decir que el verdadero amor amor del hombre a la mujer, y viceversa,
no tiene nada de sexual, es otra tontería creer que amor es sexualidad.
Entre otros muchos rasgos que lo diferencian, hay éste, fundamental, de que el instinto
tiende a ampliar indefinidamente el número de objetos que lo satisfacen, al paso que el
amor tiende al exclusivismo.Esta oposición de tendencias se manifiesta claramente en el hecho
de que nada incomunique tanto al varón para otras atracciones sexuales como el amoroso
entusiasmo por una determinada mujer.
Es, pues, el amor, por su misma esencia, elección. Y como brota del centro personal,
de la profundidad anímica, los principios selectivos que la deciden son a la vez las preferencias
más íntimas y arcanas que forman nuestro carácter individual.
El deseo antes de nacer mira ya hacia el mañana...
jueves, 24 de marzo de 2011
Noche: Blanca poética.
Yo ignoraba la noche de la ciudad.
Un día, detenido en las últimas ocupaciones, hundido en los bajos fondos
de la capital, sentí pasar por mi cabeza los largos tentáculos deslumbradores,
que se extendían, tanteaban, me buscaban sin encontrarme.
Me encogí a tiempo y los vi, tensos, comprobar el aire, la tierra,
retirarse al cabo lentamente, dejando un polvillo fino, dorado insuficiente, y desaparecer por último.
Miré arriba, al cielo. Estaba la noche naciendo, el amor de la noche por el amor de las noches puras.
Pude presenciarlo todo y gozarlo, y cuando la suma se hizo perfecta, culminó de silencio,
de permanencia, levantando al cielo caótico su insigne verdad adivinada, ante mis ojos estáticos
y primerizos, y quedó alta, magnífica, nunca más cierta, bajo el roce tangible de la sombra;
hasta que la mañana siguiente lo desmoronó todo a fuerza de naturaleza absorbente, de pujanza
y razón, restableciendo la verdad práctica, para dejar sonar en seguida- otra vez mi reingreso-
los firmes metales del alba, sobre aliento heridor, diana aguda en los tímpanos- témpanos- sumergidos.
Un día, detenido en las últimas ocupaciones, hundido en los bajos fondos
de la capital, sentí pasar por mi cabeza los largos tentáculos deslumbradores,
que se extendían, tanteaban, me buscaban sin encontrarme.
Me encogí a tiempo y los vi, tensos, comprobar el aire, la tierra,
retirarse al cabo lentamente, dejando un polvillo fino, dorado insuficiente, y desaparecer por último.
Miré arriba, al cielo. Estaba la noche naciendo, el amor de la noche por el amor de las noches puras.
El amor lleno de rigor estético, de norma, de firme estilo, ¿dónde , dónde, dónde?:
desierta entre los planos encontrados en la luna.Pude presenciarlo todo y gozarlo, y cuando la suma se hizo perfecta, culminó de silencio,
de permanencia, levantando al cielo caótico su insigne verdad adivinada, ante mis ojos estáticos
y primerizos, y quedó alta, magnífica, nunca más cierta, bajo el roce tangible de la sombra;
hasta que la mañana siguiente lo desmoronó todo a fuerza de naturaleza absorbente, de pujanza
y razón, restableciendo la verdad práctica, para dejar sonar en seguida- otra vez mi reingreso-
los firmes metales del alba, sobre aliento heridor, diana aguda en los tímpanos- témpanos- sumergidos.
Yo.
Ahora en la misma noche de estrellas altas que yo adivino, pero que no veo,
veo todavía a aquel niño que con un dedo extendido cuenta inútilmente las estrellas:
una, dos, tres...
Como estoy viendo a ese niño de aspiración infinita que intenta seguir:
una, dos,
tres,
cuatro...
cinco...
Como el niño miraba los luceros. Como los luceros estaban en los ojos de Dios, digo del niño.
Los ojos claros chispeantes..., profundos..., parados..., relampaguentes.
Y una frente juvenil, llama torcida y revuelta en los secretos,
instantes sin destino de una existencia contradictoria.
Todo en él, hasta lo más normal, parecía una señal de contradicción.
Sólo tenía cerca una soledad y su abismo a los pies.
Al verle pensaba en su amor más grande: la filosofía.
Para eso, también contradictoriamente, había vivido.
Había escrito poco. ¡Pero cuán arrancadamente!
¡Con cuánta fatalidad asoladora!
Una vez me pregunté: ¿Sabés, entre las muchas prendas, una cosa que me gusta?
Me respondí: Lo que yo llamo simpatía.
Esa simpatía para reunirse, adelante tan fina y conocedora.
Y que la veamos desfilar, y que cada uno diga lo que pueda, lo que le salga del alma,
que ella para todos tiene su verdad y a todos conoce, y, el más pequeño
como el más grande, todos saben que somos una misma belleza radiante: una simpatía.
veo todavía a aquel niño que con un dedo extendido cuenta inútilmente las estrellas:
una, dos, tres...
Como estoy viendo a ese niño de aspiración infinita que intenta seguir:
una, dos,
tres,
cuatro...
cinco...
Como el niño miraba los luceros. Como los luceros estaban en los ojos de Dios, digo del niño.
Los ojos claros chispeantes..., profundos..., parados..., relampaguentes.
Y una frente juvenil, llama torcida y revuelta en los secretos,
instantes sin destino de una existencia contradictoria.
Todo en él, hasta lo más normal, parecía una señal de contradicción.
Sólo tenía cerca una soledad y su abismo a los pies.
Al verle pensaba en su amor más grande: la filosofía.
Para eso, también contradictoriamente, había vivido.
Había escrito poco. ¡Pero cuán arrancadamente!
¡Con cuánta fatalidad asoladora!
Una vez me pregunté: ¿Sabés, entre las muchas prendas, una cosa que me gusta?
Me respondí: Lo que yo llamo simpatía.
Esa simpatía para reunirse, adelante tan fina y conocedora.
Y que la veamos desfilar, y que cada uno diga lo que pueda, lo que le salga del alma,
que ella para todos tiene su verdad y a todos conoce, y, el más pequeño
como el más grande, todos saben que somos una misma belleza radiante: una simpatía.
Nicole
Las veces que yo la veía llegaba envuelta entre sus amigas.
Era pequeña y en aquella habitación donde estábamos, mientrás yo conversaba
con sus padres, las niñas me divisaban como a una montaña o como un verde cerro,
y con gritos alegres, trepaba, subían, me coronaban.
Nicole era la menor.Graciosamente subía por aquel costado, primero llegaba
a la rodilla, subía luego hasta el pecho, allí un momento se reposaba y luego,
en nueva superación heroíca, se aupaba hasta el hombro y allí, como lo que si divisara
desde la altura fuese el universo, tendía su mirada en redondo y doblando su brazo sobre la cúspide, reposaba su cabecita en su mano y quedaba allí última, suprema, en la cima de la montaña.
Las niñas merodeaban por mis pies, por el valle, o subían a las primeras escarpaduras, pero ella,
sólo ella, allí señera en la cumbre parecía casí dormida, pensativa, sentada sencillamente
sobre mi hombro.
Las niñas se mezclaban, se alborotaban, se confundían. Pero a veces Nicole se apartaba de pronto.
¡Cuántas veces la vi con sus lápices de colores, en un rincón del cuarto, dibujar minuciosa
algo que podía ser el nacimiento del mundo, desde la pupila original, en la aurora sin tiempo!
Hoy no la veo, pero la siento. Nicole ha espigado, su niñez ha crecido, sus ojos son claros,
con una claridad no manchada; su mejilla ha recibido intacta el paso de la luz y en sus
dientecillos diminutos se ha quedado sin pausa, como en un día entero, el resplador
que no desfallece.
¿Qué brisa ha movido sus cabellos niños? ¿Qué estremecimiento ha oreado su frente sin luna;
por dónde ha llegado este brillo que no puede ser fugaz?
Nicole, levanta tu mano, abréla ahí tienes una estrella. ¿De dónde vienes?
Y allí grande e inmensa, contra el horizonte, la veo alzar el brazo y cazar pájaros imposibles,
sorprender estrellas parpadeantes, atrapar veranos, estepas, furias, sonidos, diminutas mariposas
de color o sencillamente el aroma intacto del mundo.
Porque aquí esta ella, inocente, misteriosa, profunda.
Era pequeña y en aquella habitación donde estábamos, mientrás yo conversaba
con sus padres, las niñas me divisaban como a una montaña o como un verde cerro,
y con gritos alegres, trepaba, subían, me coronaban.
Nicole era la menor.Graciosamente subía por aquel costado, primero llegaba
a la rodilla, subía luego hasta el pecho, allí un momento se reposaba y luego,
en nueva superación heroíca, se aupaba hasta el hombro y allí, como lo que si divisara
desde la altura fuese el universo, tendía su mirada en redondo y doblando su brazo sobre la cúspide, reposaba su cabecita en su mano y quedaba allí última, suprema, en la cima de la montaña.
Las niñas merodeaban por mis pies, por el valle, o subían a las primeras escarpaduras, pero ella,
sólo ella, allí señera en la cumbre parecía casí dormida, pensativa, sentada sencillamente
sobre mi hombro.
Las niñas se mezclaban, se alborotaban, se confundían. Pero a veces Nicole se apartaba de pronto.
¡Cuántas veces la vi con sus lápices de colores, en un rincón del cuarto, dibujar minuciosa
algo que podía ser el nacimiento del mundo, desde la pupila original, en la aurora sin tiempo!
Hoy no la veo, pero la siento. Nicole ha espigado, su niñez ha crecido, sus ojos son claros,
con una claridad no manchada; su mejilla ha recibido intacta el paso de la luz y en sus
dientecillos diminutos se ha quedado sin pausa, como en un día entero, el resplador
que no desfallece.
¿Qué brisa ha movido sus cabellos niños? ¿Qué estremecimiento ha oreado su frente sin luna;
por dónde ha llegado este brillo que no puede ser fugaz?
Nicole, levanta tu mano, abréla ahí tienes una estrella. ¿De dónde vienes?
Y allí grande e inmensa, contra el horizonte, la veo alzar el brazo y cazar pájaros imposibles,
sorprender estrellas parpadeantes, atrapar veranos, estepas, furias, sonidos, diminutas mariposas
de color o sencillamente el aroma intacto del mundo.
Porque aquí esta ella, inocente, misteriosa, profunda.
jueves, 10 de marzo de 2011
Kierkegaard y el payaso
Muchas cosas de nuestra vida me recuerdan sobre la parábola del payaso de Kierkegaard.
En ella se cuenta, que en Dinamarca un circo fue presa de las llamas.
Entonces, el director del circo mandó a un payaso, que ya estaba listo para actuar,
a la aldea vecina para pedir auxilio, ya que había peligro de que las llamas llegasen
hasta la aldea, arrasando a su paso los campos secos y toda la cosecha.
El payaso corrió a la aldea y pidió a los vecinos que fueran lo más rápido posible hacia el circo que se estaba quemando para ayudar a apagar el fuego.
Pero los vecinos creyeron que se trataba de un magnífico truco para que asistiesen los más posibles a la función; aplaudían y hasta lloraban de risa. Pero al payaso le daban más ganas de llorar que de reír; en vano trató de persuadirlos y de explicarles que no se trataba de un truco ni de una broma, que la cosa iba muy en serio y que el circo se estaba quemando de verdad. Cuanto más suplicaba, más se reía la gente, pues los aldeanos creían que estaba haciendo su papel de maravilla, hasta que por fin las llamas llegaron a la aldea. Y claro, la ayuda llegó demasiado tarde y tanto el circo como la aldea fueron pasto de las llamas.
Así creo yo que es como el mundo va a acabar en medio de la hilaridad general
de juerguistas despreocupados que piensan que todo, al final,
no pasa de ser una mera diversión.
Se nace, se estudia, se trabaja, se forma un hogar y se mueren...
Y uno, nada.
Me gusta la cultura, la moral, y la normalidad que se
ve en estas sociedades atrasadas y míseras...
Me gustan esos valores que no manchan al otro, por que dicen que son
nacionalistas, patriotas...
Me gustan esas tradiciones que reprime al niño con miedo,
a la mujer con castidad sumisa, el hombre para
la calle, y la mujer para la casa.
Casas castas de promiscuidad e hipocrecía.
Me gusta esta civilización, que al mejor vestido y al
mejor preparado (maestrías y doctorados) se le
llame señor, señora, - copetudos- ¿Cómo está doctor?
¿Cómo está señora llena de títulos?
Todo el mundo compite, se corre y se corre
hasta caer muertos. Muertos de estúpidez...
La vida es un completo desgaste de energías innecesarias.
Pero decimos, es mejor tratar a quedar inmóvil....
Nadie comprende, porque actúan igual que la masa.
El mismo círculo, la misma cadena, las mismas miserias.
Yo soy una dinamita, soy el monstruo.
Ahora en estos campos rodeado de pájaros
y cubierto por la tierra, regreso a mi tonel...
El amor es un continuo presente
Amor es el olvido de uno mismo por el recuerdo del otro.
Principia con la leyenda: es Apolo persiguiendo a Dafne, Orfeo bajando a los infiernos,
Psiquis adorando a Cupido, Alfeo en pos de Aretuza,
Diana en brazos de Endimión; y es Leandro que cruza el Helesponto sin
importarle la vida que depende de la fuerza de su brazo, guiando tan sólo
por los ojos ávidos de Eros, que es el alma de su alma que lo espera en la otra orilla,
cuando loco y desesperado se ahoga por alcanzar el festín de sus caricias.
En la inspiración de los poetas, el amor lo encontramos con el atractivo
encanto de la selva y del valle, en los idilios de Teócrito; exaltado y sublime,
en Los Amores y Epístolas de Ovidio; lírico, sentimental y patético en los
sonetos de Petrarca.
Así también en la vida real: Safo se olvida de sí misma y de sus propios vicios,
cuando canta sus desdichas y se despeña por Faón; la abnegada Eloísa
acompaña a sus Abelardo, antes y depués de emasculado, como amante de su casa
y como Priora de su Claustro; y Luisa de la Valliere, que desde el convento de las
Carmelitas, en donde vive voluntariamente recluida por olvidar al hombre
que más quiere en el mundo, exclama con el sentimiento de su alma
refiriéndose a Luis XIV, "lo quiero más que a Dios, ese es mi gran pecado".
Ven Venus , ven ¡Acerca tu copa de oro en donde nadan las flotantes florecillas del néctar!
El Dios bueno y el Dios malo
EL DIOS BUENO Y EL DIOS MALO
El Dios Bueno y el Dios Malo se entrevistaron en la cima de la montaña.
-Buenos días, hermano -dijo el Dios Bueno. El Dios Malo no contestó el saludo.
Y el Dios Bueno prosiguió: -Estás hoy de mal humor.
-Si -dijo el Dios Malo-, porque últimamente me confunden contigo, me llaman por tu nombre y me tratan como si fuera vos, y esto me desagrada mucho.
--Pues has de saber que también a mi me han llamado por tu nombre -dijo el Dios Bueno.
Al oir esto, el Dios Malo siguió su camino, y se fue maldiciendo la estupidez de los hombres.
El Dios Bueno y el Dios Malo se entrevistaron en la cima de la montaña.
-Buenos días, hermano -dijo el Dios Bueno. El Dios Malo no contestó el saludo.
Y el Dios Bueno prosiguió: -Estás hoy de mal humor.
-Si -dijo el Dios Malo-, porque últimamente me confunden contigo, me llaman por tu nombre y me tratan como si fuera vos, y esto me desagrada mucho.
--Pues has de saber que también a mi me han llamado por tu nombre -dijo el Dios Bueno.
Al oir esto, el Dios Malo siguió su camino, y se fue maldiciendo la estupidez de los hombres.
El mito de Sísifo (Camus y el sin sentido de la existencia)
“Los dioses habían condenado a Sísifo a subir una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso”, y lo más extraordinario es que Sísifo es eterno. De esta forma, en “El mito de Sísifo”, Albert Camus intuye que la absurda tarea de Sísifo por subir la roca sin tener un propósito razonable y sabiendo que tendrá que comenzar el trabajo de nuevo, así por la eternidad, es metáfora de la vida del hombre, de la existencia angosta de éste.
El hombre nace y luego muere, y en el transcurso su mente juega con una pregunta de gran sentido filosófico, creadora y sublime. ¿Cuál es el propósito de la vida?, es la pregunta acerca del significado de la existencia, aquella que lucha por conocer para que se nace y se vive. La pregunta generadora de filosofía, la cual ha tenido miles de respuestas a través de la historia, encuentra en Camus una contestación por demás rica y reveladora: se nace para morir. Obvio dirán ustedes.
En un estilo que recuerda a Heiddeger, se insinúa que el fin de la existencia es el fin mismo. El Sujeto nace y es proyectado hacia la muerte, esa es la única opción viable que se le presenta, todas sus esperanzas y sueños y planes a futuro no son validos, porque no son seguros, lo único constante es la muerte, ese es el numen, la clave de estar y de ser. No hay más verdad, no hay más propósito.
¿Pero qué pasa mientras se vive?, ¿Qué pasa en ese interludio entre el nacimiento y la partida? El hombre pretende trabajar, amar, ser, y se pregunta siempre por la lógica del universo, por el orden del mismo y por los sucesos que le acongojan. Crea símbolos a fin de poder controlar, un poco, ese miedo natural a lo desconocido, les atribuye formas y estructuras familiares a fin de pretender un control sobre el entorno desconocido, sobre aquello en lo que no puede tener control. Hay en la naturaleza de la especie humana, una necesidad innata por clasificar todo lo que existe, a fin de apropiarse de ello, a fin de ser dueños de cualquier cosa (conocimiento, materia, seres), porque de lo que se es dueño no se puede tener temor.
Para ese propósito el hombre se reconoce en la ciencia, la religión y la moral, como fuentes ordenadoras de su vida. La ciencia le proporciona un método sistematizado y confiable, aparentemente. La religión le da un propósito a su existencia y lo provee de la esperanza de saber que más allá de su pútrida relación con el mundo, hay algo más y que será su recompensa. La moral, por último, lo ayuda a controlar sus acciones, a diferenciar lo que él cree bueno de lo malo, lo que debe y no debe hacerse, todo esto para justificarse y saberse libre de actuar como lo dicen las leyes. Sobre las genealogías de estas esferas se podría decir mucho y sin embargo nada al mismo tiempo, mi propósito es, solamente mencionarlas para ejemplificar cómo las personas viven afanosas de encontrar relaciones lógicas en todo lo que les rodea.
Sin embargo, y pese a toda la historia ideal acerca del conocimiento, el universo no tiene un orden lógico posible, y no es que sea ilógico, sino que no es lógico simplemente.
La relación del hombre con el mundo esta dada por un lazo de fenómenos que llenan este espacio, están repletas de “absurdo”. El absurdo nace de la relación del ser con su realidad. ¿Por qué se dice que es absurdo?, pues porque su raíz son las pretensiones razonables del sujeto y el choque de estas con lo irrazonable de la realidad. Tal vez para ustedes, no es tan fácil comprender esto).
Un ejemplo claro del absurdo es el caso de Meursault, (héroe existencial en el extranjero, también de Camus), en el momento del juicio (capitulo VI) declara que mato al árabe por causa del sol, razón totalmente risible en apariencia y de la cual todos se desprenden en carcajadas. Pero para Meursault es una razón plausible y no ve la gracia, para él esto es un buen motivo, y así es, él enfrenta un argumento justo contra una realidad carente de lógica y así nace una incongruencia, un absurdo.
Nótese que no es lo mismo el sentimiento del absurdo al absurdo en sí, el sentimiento del absurdo esta contenido en el absurdo, es sólo una etapa de este.
El conocimiento de que el universo esta regido por lo absurdo le da al hombre un pesar desmedido, la verdad siempre es una carga para el que la conoce y, sin embargo, cuando ya la posee es imposible que reniegue de ella, la verdad de saber que el mundo y sus fenómenos no son como los dicta la razón instrumental es la verdadera fatalidad del individuo.
Entonces, ¿cómo es el hombre que vive el absurdo concientemente? Este hombre no hace nada por lo eterno, no lo niega, pero no lo busca de ninguna manera, la trascendencia para él es algo que carece de significado. Este sujeto se aboca a su valor y a su razón. El valor le enseña a vivir sin desear más de lo que necesita y sin apelar por ello y contentarse con lo que tiene, y la razón le enseña los limites que le son propios. Con una conciencia de que es libre sólo por un tiempo determinado, mientras vive, sigue la vida y su existencia y sólo se ocupa de sí mismo, “en el esta su campo de acción” dice Camus.
En cuanto a la moral, el hombre que conoce el absurdo sabe que muchas leyes están mal planteadas y que carecen de utilidad real, no obstante el no planea nada en contra de las leyes, sino que recomienda que se tomen con calma. El crimen no es algo permitido para él, pero tampoco lo es el remordimiento, no hay culpables, sólo responsables. Es raro este concepto escrito por Camus en su descripción del hombre absurdo, ya que a pesar de no haber culpables él esta de acuerdo en que todos somos culpables en cierta forma. El personaje Meursault,(la novela: El Extranjero, cuesta 50 pesos en Hispamer) al encontrarse en el juicio en su contra y escuchando las acusaciones que se le imputan llega a la conclusión de que todos somos un poco culpables. Tema tratado más adelante en la vida de Camus en “Los justos”, en donde se hace la reflexión de quién juzga a la justicia, aunque eso no es tema para tomarse aquí, sólo basta decir que el absurdo es a veces incomprensible hasta para quien lo vive en carne propia. Cuando leí este libro de Camus, me recordó una frase de Almafuerte: "Mejor no pidas justicia, con solo pedir ya es demasiado".
La muerte es para Camus la culminación del entendimiento del absurdo, porque el hombre es realmente dichoso y vive seriamente cuando comprende su finitud y sabe que ha existido no como debe ser, sino como pudo ser y eso lo libra de una carga enorme de responsabilidades y de culpas.
Lo importante es, entonces, saber que a pesar de que la vida es absurda y no tiene objetivo trascendental, a mi parecer, se debe seguir viviendo razonablemente, y con la mayor dignidad posible, se debe procurar encontrar alguna razón para vivir cada día y para esperar la muerte gratamente. Vivir valientemente es la mejor forma de vivir, sabiendo que todo es un caos y que no hay razón mínima para existir, aun así existo y pongo orden en mí, porque, como cité anteriormente, yo soy mi propio campo de acción.
Es muy bueno saber que en este mundo ilógico, el mismo desorden hace que nada este mal. Edipo, cuando viejo, llega a una conclusión en extremo deslumbrante y que esta llena de una comprensión de la vida claramente magnifica, el dice: “A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo esta bien” y así es, todo en el mundo es como debe ser, de nada hay que culparnos ni nada hay que permitir nos remuerda la conciencia, porque al fin y al cabo nada es malo o bueno, sólo es y nosotros le damos un significado, sobre nosotros pende no la culpa sino la responsabilidad.
Para concluir nada mejor que el último párrafo de esta obra analizada: “...dejo a Sísifo al pie de la montaña […] cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por si solo el mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”. Y no hay mejor forma de ver la vida, yo también veo a Sísifo conciente de su tarea amarga y sin sentido, pero veo igual que él sabe que es todo lo que tiene, la roca es su mundo y no necesita algo más para poder ser feliz. La felicidad radica en el conocer y en no ambicionar nada más de lo que se puede tener, hay que aceptar nuestra fatalidad, nuestra vida absurda, nuestra roca y apreciarla por el solo placer de tenerla y de que es nuestra.
Todo lo que anteriormente había dicho Sócrates.
Sócrates.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhG9KHNnM4gm_mUv0BZkEL0aRz885DJcONP5mgzHRUl_fXvokQllN5-R05TD6JDs3KH1j9R30nk6EqXJpb3fn5zCQZQt-xeNuMCasA3YqFv_unYp0_Ks1DtkMOWVDtUqELDUGXlPLOcS7NE/s320/31410_127138117310175_100000419614023_232057_4477053_n.jpg)
-El tiempo pasa, el sol se está poniendo, ¿por qué te estás retrasando?
Este hombre no podía creer que alguien que estaba a punto de morir fuese tan escrupuloso con la hora de su muerte. En realidad, debería estar agradecido por el retraso. Él adoraba a Sócrates. Le había oído hablar en la corte y había visto la belleza que había en él: él solo tenía más inteligencia que todo Atenas. Quería retrasarlo un poco para que Sócrates pudiera vivir un poco más, pero Sócrates no se lo permitió. Le dijo:
-No seas vago. Trae el veneno.
Mientras se lo estaba dando, le preguntó:
-¿Por qué estás tan emocionado? Te veo tan radiante, veo tanta curiosidad en tus ojos. ¿No te das cuenta? ¡Vas a morir!
Sócrates dijo:
-Eso es lo que quiero conocer. La vida ya la conozco. Ha sido hermosa; con todas las ansiedades y las angustias pero, a pesar de todo, ha sido un placer. Simplemente respirar es una gran alegría. He vivido, he amado; he hecho todo lo que he querido, he dicho todo lo que he querido. Ahora quiero saborear la muerte, y cuanto antes mejor.
Sólo hay dos posibilidades: que mi alma siga viviendo bajo otras formas, como dicen los místicos orientales; eso es muy emocionante, viajar con el alma libre del lastre del cuerpo. El cuerpo es una celda, tiene sus limitaciones. 0 quizá tengan razón los materialistas, y cuando muere tu cuerpo, muere todo. Después ya no queda nadie. Eso también es muy emocionante: ¡no ser! Sé lo que significa ser y ha llegado el momento de saber lo que significa no ser. Y cuando ya no soy, ¿qué problema hay? ¿Por qué me tendría que preocupar? Yo no estaré allí para preocuparme; de modo que ¿para qué perder el tiempo ahora?
Así es el hombre que se ama a sí mismo. Escogió incluso la responsabilidad de su muerte, porque el tribunal no tenía nada contra él; solamente era el prejuicio del público, el prejuicio de la gente mediocre que no podía entender la chispa de la inteligencia de Sócrates. Pero eran la mayoría, y decidieron darle muerte.
No pudieron rebatir ni un solo argumento de Sócrates. Creo que ni siquiera entendían lo que les estaba diciendo, eran incapaces de responder. Y él destruyó todos sus argumentos. A pesar de todo, se trataba de una democracia; los ciudadanos decidieron que era peligroso y había que envenenarle.
¿Cuál era su delito? Su delito fue que "hace rebelde a nuestra juventud, los vuelve escépticos, se vuelven raros. Crea una brecha entre los mayores y los jóvenes. Ya no nos escuchan, discuten por todo, y es por culpa de este hombre".
Pero los jueces eran mejores que la gente corriente. Le dijeron a Sócrates:
-Te damos varias alternativas. Si te marchas de Atenas y prometes no volver nunca más, te podrás salvar de la muerte. Pero si querés quedarte en Atenas, tendrás que dejar de hablar, entrarás en silencio. En ese caso, también podremos convencer a la gente de que te dejen vivir. Si no, la tercera alternativa es que mañana, al ponerse el sol, te tendrás que tomar el veneno.
¿Qué hizo Sócrates? Dijo:
-Estoy dispuesto a tomarme el veneno mañana u hoy, cuando esté preparado, pero no puedo dejar de decir la verdad. Si estoy vivo, seguiré diciéndola hasta mi último aliento. No me puedo ir de Atenas sólo para salvarme, porque si no, me sentiré como un cobarde que se asustó de la muerte, que se escapó de la muerte, que ni siquiera pudo tomar la responsabilidad de su muerte.
He vivido según mi propio pensamiento, sentimiento, ser; quiero morirme así también. Y no te sientas culpable. Nadie es responsable de mi muerte, soy yo el responsable. Sabía que iba a suceder, porque hablar de la verdad en una sociedad que se basa en la mentira, la decepción y la ilusión es tentar a la muerte. No culpéis a esta pobre gente que ha decidido darme muerte. Si hay alguien responsable, ése soy yo. Y quiero que sepáis que he vivido siendo responsable de mí mismo y que voy a morir siendo responsable de mí mismo. Mientras vivía, he sido un individuo. A la hora de la muerte, soy un individuo. Nadie decide por mí. Tomo mis propias decisiones.
Esto es dignidad. Esto es integridad. Todo ser humano debería ser así. Si la tierra estuviese llena de gente como ésta podríamos hacer que fuese tan hermosa, tan extática, tan abundante en todo...
Pero no hay individuos, de modo que te tenés que responsabilizar de ti mismo. Sólo serás capaz de hacerlo cuando empecés a amar todo lo que eres: la existencia te ha querido así. Si la existencia hubiese querido otro Jesucristo, lo habría creado. Ser cristiano, musulmán o hinduista es horrible.
Sé vos mismo, nada más que vos mismo, simplemente vos mismo. Y recordá que estás arriesgando mucho cuando declaras que eres vos mismo. No perteneces a ningún grupo, a ningún rebaño. Todos son rebaños: los hinduistas, los musulmanes, los cristianos, los comunistas. Te estás declarando un individuo, sabiendo perfectamente que es peligroso. Tal vez la multitud nunca te lo perdone. Pero es tan bonito arriesgarse, caminar por el filo de la navaja, donde cada paso que das es peligroso. Cuanto más peligrosamente vives, más vives. Y es posible vivir en un instante toda la eternidad, si estás preparado para vivir con totalidad, arriesgando absolutamente todo.
No quiero que sean personas de negocios, quiero que sean jugadores. Y cuando estén apostando, juéguenselo todo. No se guarden nada para después. Entonces, pase lo que pase, le traerán grandes bendiciones. Aunque se conviertan en un mendigo, su ser será mucho más majestuoso que el de un emperador.
La humanidad no puede caer más bajo. Pero ha caído; ha olvidado la risa que tienen todos los niños al nacer; ha perdido el camino hacia el bienestar y la integridad.
La puerta se abre en este mismo instante, siempre en el aquí y ahora, donde se cruzan continuamente la vida y la muerte. Has elegido orientarte hacia la muerte porque les interesa a los que están en el poder, y has olvidado que la vida va pasando mientras te ahogas en la tristeza.
Una vez, un discípulo le preguntó a Confucio cómo ser feliz, cómo ser dichoso. Confucio le dijo: "Estás haciendo una pregunta muy extraña, son cosas naturales. Una rosa no pregunta cómo ser una rosa." En lo que se refiere a la tristeza y la desdicha, tendrás mucho tiempo cuando estés en la tumba; entonces podrás ser desdichado a tus anchas. Pero mientras estás vivo, estate totalmente vivo. De esa totalidad y de esa intensidad surgirá la felicidad y, sin duda, un hombre feliz aprende a bailar.
Queremos que toda la humanidad sea feliz, baile, cante. Entonces todo el planeta será maduro, su conciencia evolucionará. La conciencia de un hombre desgraciado, triste, no puede ser muy penetrante; su conciencia es débil, mortecina, pesada, oscura. Sólo cuando podés reír sinceramente desaparece toda la oscuridad como en un destello.
Cuando te reís eres tu auténtico ser. Cuando estás triste, cubres tu rostro original con una falsa identidad que la sociedad espera de vos. Nadie quiere que seas tan feliz como para ponerte a bailar en la calle. Nadie quiere que rías de todo corazón; si no, los vecinos empezarán a llamar a tu puerta: "¡Para!" El sufrimiento está bien; la risa es molesta. La gente desgraciada no puede tolerar que los demás no lo sean. El único crimen de la gente como Sócrates fue ser totalmente feliz, y su felicidad provocó mucha envidia entre las masas que vivían en la miseria. Las masas no pueden tolerar ver a la gente feliz, hay que destruirlos porque te inducen a una posibilidad de rebelión, y tienes miedo de la rebelión. Cuando un hombre se enamora de la rebelión va por buen camino.
La pregunta.
Uno se pregunta: ¿Es posible ser libre? ¿Es posible que nosotros, tal como somos, seres condicionados, moldeados por toda clase de influencias por la propaganda, por los libros que leemos, el cine, la radio, las revistas, todos haciendo impacto en la mente, moldeándola vivamos en este mundo completamente libres, no sólo de manera consciente, sino en las raíces mismas de nuestro ser? Ese, me parece, es el reto, el único problema. Porque si no se es libre, no hay amor; hay celos, ansiedad, miedo, predominio, la búsqueda del placer sexual o de otra índole. Si no se es libre, no se puede ver claramente y no hay sentido de la belleza. Esto no es mera argumentación para sostener una teoría de que el hombre tiene que ser libre; una teoría así se convierte también en una ideología que igualmente dividirá a las personas. De manera que si para ustedes esa es la cuestión básica, el principal reto de la vida, no se trata entonces de si usted es feliz o desgraciado eso se vuelve secundario de si puede usted vivir en armonía con otros o de si sus creencias y opiniones son más importantes que las del otro. Todas esas cuestiones secundarias serán contestadas si esa cuestión central es comprendida y resuelta completamente, profundamente. Si usted en realidad cree que ese es el reto único en la vida: ver los hechos reales que están a nuestro alrededor y los que están dentro de nosotros; ver lo estrechos de mente, mezquinos y pequeños que somos; cómo estamos llenos de ansiedad, de culpabilidad y temor; si ve que el depender de las ideas, opiniones y juicios de otras personas, que el rendir culto a la opinión pública, el tener héroes y modelos, crea fragmentación y división; si usted mismo ha visto muy claramente todo el mapa de la existencia humana, con sus nacionalidades y guerras, las divisiones de dioses, sacerdotes e ideologías, el conflicto, la desdicha y el dolor; si usted mismo ve todo esto, no por información de otro, no como una idea, ni como algo a que debe aspirar, entonces hay en usted un completo sentido interno de libertad; entonces no hay miedo a la muerte: entonces usted y el que habla estamos en comunión; usted y el que habla podemos comunicarnos. ¿Es eso en verdad posible?
Fuegos de Blake y Milton
Fuegos:
"El árbol que mueve algunos a lágrimas de felicidad, en la Mirada de otros no es más que un objeto Verde que se interpone en el camino. Algunas personas ven la Naturaleza como algo Ridículo y Deforme, pero para ellos no dirijo mi discurso; y aun algunos pocos no ven en la naturaleza nada en especial. Pero para los ojos de la persona de imaginación, la Naturaleza es imaginación misma. Así como un hombre es, ve. Así como el ojo es formado, así es como sus potencias quedan establecidas".
"Para ver el mundo en un grano de arena, y el Cielo en una flor silvestre, abarca el infinito en la palma de tu mano, y la eternidad en una hora. Aquel que se liga a una alegría, hace esfumar el fluir de la vida; aquél quien besa la joya cuando ésta cruza su camino, vive en el amanecer de la eternidad.
...Los profetas describen lo que vieron en Visiones... con sus órganos imaginativos e inmortales. Un Espíritu y una Visión no son, como supone la filosofía moderna, un nuboso vapor, o una nada: se hallan organizados y articulados meticulosamente, más allá de lo que pueda producir la naturaleza mortal y perecedera. Quien no imagina rasgos más fuertes y mejores, y bajo una luz más fuerte y mejor que la de su ojo perecedero, no imagina en absoluto."
Todas las biblias o códigos sagrados son causas de los errores siguientes:
1. Que el hombre tiene en realidad dos principios existentes, a saber, cuerpo y alma.
2. Que la energía, llamada el Mal, sólo pertenece al Cuerpo; y la Razón, llamada el Bien,
sólo pertenece al Alma.
3. Que Dios atormentará eternamente al hombre por seguir sus energías.
Pero los siguientes contrarios de ello, son verdad.
1. El hombre no tiene un Cuerpo distinto de su Alma, pues lo que llamamos Cuerpo es una porción del Alma discernida por los cinco sentidos, principales entradas al Alma en nuestros tiempos.
2. La energía es la única Vida y emana del Cuerpo. La Razón es el confín o circunferencia externa de la Energía.
3. La Energía es la Delicia Eterna.
Quienes contienen al deseo, lo hacen porque el suyo es lo bastante débil como para ser contenido.
Así, quien contiene, o la razón, usurpan su lugar y gobiernan a los que se resisten.
Y contener gradualmente se torna pasivo, basta que es apenas la sombra del deseo.
La historia de esto consta en El Paraíso Perdido. El que gobierna, o la Razón, es llamado Mesías.
Y el Arcángel original, poseedor del mando sobre las huestes divinas, es llamado el Diablo o Satanás y sus hijos son llamados Pecado y Muerte. Pero en el Libro de Job, el Mesías de Milton es llamado Satán. Pues esta historia ha sido adoptada por ambos partidos.
En verdad, a la Razón le pareció como si el deseo hubiese sido expulsado; pero la versión del Demonio es que el Mesías fue quien cayó y formó un cielo con lo que había hurtado al Abismo.
Esto se muestra en el Evangelio, en el que le implora al Padre que le envíe al que reconforta o al Deseo, sobre el cual la Razón podría concebir Ideas para construir. El Jehovah -o Yhavé -de la Biblia no es otro que aquel que mora en la fogosa llama. Sabed que tras la Muerte de Cristo, se transformó en Yahvé.
Pero en Milton, el Padre es el Destino, y el Hijo, un promedio de los cinco sentidos; y el Espíritu Santo, ¡vacío!
Nota. La razón por la cual Milton escribió maniatado al referirse a los Angeles y a Dios y libremente al tratar de los Demonios y del Infierno radica en que era un verdadero Poeta y del partido de los Demonios, sin saberlo.
Los antiguos poetas animaban todos los objetos sensibles con dioses o genios. Les prestaban nombres de bosques, ríos, montañas, lagos, ciudades, naciones y de todo lo que sus dilatados y numerosos sentidos podían percibir.
Y en particular estudiaban el genio de cada ciudad o país, y los colocaban bajo el patrocinio de su divinidad mental.
Hasta que se formó un sistema del cual algunos se aprovecharon para esclavizar al vulgo pretendiendo comprender o abstraer las divinidades mentales de sus objetos. Así comenzó el sacerdocio.
Que escogió formas de culto tomándolas de cuentos poéticos hasta que por fin sentenciaron que eran los dioses quienes habían ordenado aquello.
Así los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el pecho humano.
"El árbol que mueve algunos a lágrimas de felicidad, en la Mirada de otros no es más que un objeto Verde que se interpone en el camino. Algunas personas ven la Naturaleza como algo Ridículo y Deforme, pero para ellos no dirijo mi discurso; y aun algunos pocos no ven en la naturaleza nada en especial. Pero para los ojos de la persona de imaginación, la Naturaleza es imaginación misma. Así como un hombre es, ve. Así como el ojo es formado, así es como sus potencias quedan establecidas".
"Para ver el mundo en un grano de arena, y el Cielo en una flor silvestre, abarca el infinito en la palma de tu mano, y la eternidad en una hora. Aquel que se liga a una alegría, hace esfumar el fluir de la vida; aquél quien besa la joya cuando ésta cruza su camino, vive en el amanecer de la eternidad.
...Los profetas describen lo que vieron en Visiones... con sus órganos imaginativos e inmortales. Un Espíritu y una Visión no son, como supone la filosofía moderna, un nuboso vapor, o una nada: se hallan organizados y articulados meticulosamente, más allá de lo que pueda producir la naturaleza mortal y perecedera. Quien no imagina rasgos más fuertes y mejores, y bajo una luz más fuerte y mejor que la de su ojo perecedero, no imagina en absoluto."
Todas las biblias o códigos sagrados son causas de los errores siguientes:
1. Que el hombre tiene en realidad dos principios existentes, a saber, cuerpo y alma.
2. Que la energía, llamada el Mal, sólo pertenece al Cuerpo; y la Razón, llamada el Bien,
sólo pertenece al Alma.
3. Que Dios atormentará eternamente al hombre por seguir sus energías.
Pero los siguientes contrarios de ello, son verdad.
1. El hombre no tiene un Cuerpo distinto de su Alma, pues lo que llamamos Cuerpo es una porción del Alma discernida por los cinco sentidos, principales entradas al Alma en nuestros tiempos.
2. La energía es la única Vida y emana del Cuerpo. La Razón es el confín o circunferencia externa de la Energía.
3. La Energía es la Delicia Eterna.
Quienes contienen al deseo, lo hacen porque el suyo es lo bastante débil como para ser contenido.
Así, quien contiene, o la razón, usurpan su lugar y gobiernan a los que se resisten.
Y contener gradualmente se torna pasivo, basta que es apenas la sombra del deseo.
La historia de esto consta en El Paraíso Perdido. El que gobierna, o la Razón, es llamado Mesías.
Y el Arcángel original, poseedor del mando sobre las huestes divinas, es llamado el Diablo o Satanás y sus hijos son llamados Pecado y Muerte. Pero en el Libro de Job, el Mesías de Milton es llamado Satán. Pues esta historia ha sido adoptada por ambos partidos.
En verdad, a la Razón le pareció como si el deseo hubiese sido expulsado; pero la versión del Demonio es que el Mesías fue quien cayó y formó un cielo con lo que había hurtado al Abismo.
Esto se muestra en el Evangelio, en el que le implora al Padre que le envíe al que reconforta o al Deseo, sobre el cual la Razón podría concebir Ideas para construir. El Jehovah -o Yhavé -de la Biblia no es otro que aquel que mora en la fogosa llama. Sabed que tras la Muerte de Cristo, se transformó en Yahvé.
Pero en Milton, el Padre es el Destino, y el Hijo, un promedio de los cinco sentidos; y el Espíritu Santo, ¡vacío!
Nota. La razón por la cual Milton escribió maniatado al referirse a los Angeles y a Dios y libremente al tratar de los Demonios y del Infierno radica en que era un verdadero Poeta y del partido de los Demonios, sin saberlo.
Los antiguos poetas animaban todos los objetos sensibles con dioses o genios. Les prestaban nombres de bosques, ríos, montañas, lagos, ciudades, naciones y de todo lo que sus dilatados y numerosos sentidos podían percibir.
Y en particular estudiaban el genio de cada ciudad o país, y los colocaban bajo el patrocinio de su divinidad mental.
Hasta que se formó un sistema del cual algunos se aprovecharon para esclavizar al vulgo pretendiendo comprender o abstraer las divinidades mentales de sus objetos. Así comenzó el sacerdocio.
Que escogió formas de culto tomándolas de cuentos poéticos hasta que por fin sentenciaron que eran los dioses quienes habían ordenado aquello.
Así los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el pecho humano.
El hombre y la elegancia
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWDc8jT6mlxyX6KiGm3fXpEdrtQFc6uT66KHZgAfcxtRseQttYFabhYTJLDmAsOCwuUPmXhgr-2dV_jWKqGYhUjftZ5AQeNO0xRL9zjjUy9eTAJgaF6tNkOQwDrlKCNJtct22GtRd06gqS/s320/aristoteles_5.jpg)
El hombre y la elegancia
Ser consciente de sí propio es sentirse oscilando entre los dos extremos de los cuales pende el mundo de hoy, a saber: de un lado, esa chabacana y grotesca vulgaridad en que consiste la vida del común de las gentes, la estúpida vida de la mayoría, con todo el infernal atractivo si puede decirse así de la chalanería en que cada vez más resueltamente se vuelve la técnica en todos sus aspectos, y todo, desdichadamente, tiende a volverse técnica. Y del otro lado la total ausencia, al menos la no presencia ostensible, de ese otro modus vivendi que permita encontrar justificación al vivir.
De aquí que sólo abandonándose a la pura náusea, es decir, llegando o tratando de llegar a la definitiva imprecisión, al cese de toda intelección, de toda interpretación es que tal vez se logre ascender a la otra orilla. Y esto, se ve a las claras, es algo así como una versión siglo veinte de la ataraxía y la apatía propias del fin de esa otra gran cultura que llegó a devorarse a sí misma, como bien pudiera ocurrirle a esta de ahora.
Pues el drama del hombre actual es que ha llegado a la imprescindible necesidad de explicarse en qué consiste él mismo, es decir, ese ser al cual, hasta ahora y muy desaprensivamente habíamos venido llamando el hombre.
Y entonces, ¿qué es el hombre? La sola respuesta sincera y satisfactoria que es posible ofrecer con toda serenidad en el momento presente es que no sabemos nada de esto. Y aquí reside el drama del hombre contemporáneo, como lo fue para el escepticismo a partir de Pirrón de Elis y su emocionante suspensión del juicio (Se cortó las cuerdas vocales, para no opinar) Pero nuestros dichosos antepasados, hasta hace apenas cincuenta años, sí creían estar seguros de lo que fuera el hombre, mejor aún, lo que es el hombre.
El hombre es alma, o cuerpo, o las dos entidades juntas, o estas apriorísticas definiciones de lo humano se organizaba entonces, muy placenteramente, todo un vasto repertorio de actos con los cuales el hombre edificaba su existencia. Vivir era, pues, desfilar por entre el ordenamiento previo de teorías, leyes y creencias, de normas y valores admitidos némine discrepante, con la tranquila familiaridad con que solemos movernos entre los muebles y demás objetos del sitio en que habitamos. Pero ya esto no es posible. Y lo demuestran cumplidamente Hesse y Sartre, por no citar otros autores de tanta nota como ellos. Y es que, hasta hace muy poco, había habido siempre la posibilidad de que el hombre no tuviera que zambullirse hasta el fondo oscuro y cenagoso de su más recóndita interioridad, la cual asentaba en superpuestas capas todo eso que se había venido postulando que era el hombre, y que éste aceptaba con enternecedora ingenuidad. Mas, ahora, no puede satisfacerse el hombre con esquemas de su personalidad, sino que, tal vez por efecto de la densa concentración de la cultura y la técnica del presente, que actúa paradójicamente en forma dispersiva, siente en lo más profundo de sí el vértigo de la imprecisabilidad de su ser, que aparece magistralmente expresada en la confusa rebelión del lobo estepario y en la náusea de Roquentin.
En el latín más antiguo, el acto de elegir se decía elegancia como de instar se dice instancia. Recuérdese que el latino no pronunciaría elegir sino eleguir. Por lo demás, la forma más antigua no fue eligo sino elego, que dejó el participio presente elegans.
Entiéndase el vocablo en todo su activo vigor verbal; el elegante es el "eligente", una de cuyas especies se nos manifiesta en el "inteligente". Conviene traer aquella palabra a su sentido prócer que es el originario. Entonces tendremos que no siendo la famosa Ética sino el arte de elegir bien nuestras acciones eso, precisamente eso, es la Elegancia.
Ética y Elegancia son sinónimos. Esto nos permite intentar un remozamiento de la Ética que a fuerza de querer hacerse mistagógica y grandilocuente para hinchar su prestigio ha conseguido sólo perderlo del todo.
No se debe tratar la Ética en tono patético. La patética ha asfixiado la Ética entregándola a los demagogos, que han sido los destructores de todas las civilizaciones y los grandes fabricantes de barbarie. Por eso he creído siempre que en vez de tomar a la Ética por el lado solemne, con Platón, con el estoicismo, con Kant, convenía entrarle por su lado frívolo que es el más profundo, con Aristóteles, con Shaftesbury, con Herbart. Dejemos, un rato reposar la Ética y, en su lugar, evitando desde el umbral la solemnidad, elaboremos una nueva disciplina con el título: Elegancia de la conducta, o arte de preferir lo preferible. El vocablo «elegancia» tiene además la ventaja complementaria de irritar a ciertas gentes, casualmente las mismas que, ya por muchas otras razones previas, uno no estimaba."
“Se suele tener de ésta (de la elegancia) una idea estúpida y superficial. Se ignora por completo que es un ingrediente y, a la vez, un síntoma de toda vida auténticamente enérgica.
La elegancia debe penetrar, informar la vida íntegra del hombre desde el gesto y el modo de andar, pasando por el modo de vestirse, siguiendo por el modo de usar el lenguaje de llevar una conversación, de hablar en público, para llegar hasta lo más íntimo de las acciones e intelectuales. Nuestra manera de reaccionar ante lo que el prójimo nos hace, puede ser elegante o inelegante. Apoderarse de las acciones de una gran compañía industrial puede hacerse elegante o inelegantemente. En fin, es bien notorio que de un problema matemático por ejemplo, demostrar un teorema se puede dar una solución “elegante”. Quien quiera precisarse a sí mismo cuáles son los rasgos que hacen elegante un razonamiento matemático comprenderá, como iluminado por un relámpago de intelección, todo lo que llevo insinuado sobre la virtud vital humana llamada elegancia.”
Los latinos llamaban al hecho de elegir, escoger, seleccionar, eligere; y al que lo hacía, lo llamaban eligens o elegens o elegans. El elegans o elegante no es más que el que elige y elige bien. Así pues, el hombre tiene de antemano una determinación elegante, tiene que ser elegante. Pero aún hay más. El latino advirtió como es corriente en casi todas las lenguas que después de un cierto tiempo la palabra elegans y el hecho del "elegante" la elegantia se había desvaído algo, por ello era menester agudizar la cuestión y se empezó a decir intelegans, intelligentia: inteligente.
Yo no sé si los lingüistas tendrán que oponer algo a esta última deducción etimológica. Pero sólo puede atribuirse a una mera casualidad el que la palabra intellegantia no se halla usado igual que intellígentia, como se dice en latín. El hombre es inteligente, en los casos en que lo es, porque necesita elegir. Y porque tiene que elegir, tiene que hacerse libre. De ahí procede esta famosa libertad del hombre, esta terrible libertad del hombre, que es también su más alto privilegio. Sólo se hizo libre porque se vio obligado a elegir, y esto se produjo porque tenía una fantasía tan rica, porque encontró en sí tantas locas visiones imaginarias.”
"Pero esas gentes que de nada entienden, menos que nada entienden de elegancia, y no conciben que una vida y una obra puedan cuidar esta virtud. Ni de lejos sospechan por qué esenciales y graves razones es el hombre el animal elegante. Dies irae, dies illa.”
Hay un lugar en Dante en el cual, para representar unas almas todo llama que están cubiertas como por una atmósfera, gas o nube blanca, dice de ellas que "parva fuocco dietro all'alabastro": parecen fuego tras de alabastro. He aquí, a mi modo de ver, el lema de toda elegancia: "ser fuego y parecer frígido alabastro, ser actividad y dinamismo y frenesí y parecer contención y dominio y renuncia": la elegancia "parva fuocco dietro all'alabastro".”
"Elegante es el hombre que ni hace ni dice cualquier cosa, sino que hace lo que hay que hacer y dice lo que hay que decir.”
He dicho.
Las rosas
Dos y dos nunca son cuatro.
En la literatura, todo es plurívoco.
La poesía vive del signo múltiple: una rosa es una rosa es una rosa...
Aquí no suceden cosas de mayor importancia que las rosas; la flor
se transfigura, cada vez es más perfecta.
La rosa es sin porqué. Florece por florecer
no se preocupa de sí misma ni pide ser mirada.
Imaginemos que un poeta dice que la belleza es inexplicable,
no habría dicho nada, pero si ese poeta, que sería Kipling dice:
"Si no me hubieran dicho que era el amor yo hubiera creído que
era una espada desnuda", ya se está haciendo poesía.
La poesía tiene la principal función ,y ésta es la primera,
la más antigua, la de la épica, la de recordar o inventar historias.
La flor perfecta es una cosa rara,
Puede uno pasar la vida buscándola, y no sería una vida desperdiciada.
Anoche soñaba con una rosa, y hoy al despertar, tenía una en la mano.
Perfectas... todas las rosas son perfectas...
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