jueves, 10 de marzo de 2011

Fuegos de Blake y Milton

Fuegos:

"El árbol que mueve algunos a lágrimas de felicidad, en la Mirada de otros no es más que un objeto Verde que se interpone en el camino. Algunas personas ven la Naturaleza como algo Ridículo y Deforme, pero para ellos no dirijo mi discurso; y aun algunos pocos no ven en la naturaleza nada en especial. Pero para los ojos de la persona de imaginación, la Naturaleza es imaginación misma. Así como un hombre es, ve. Así como el ojo es formado, así es como sus potencias quedan establecidas". 

"Para ver el mundo en un grano de arena, y el Cielo en una flor silvestre, abarca el infinito en la palma de tu mano, y la eternidad en una hora. Aquel que se liga a una alegría, hace esfumar el fluir de la vida; aquél quien besa la joya cuando ésta cruza su camino, vive en el amanecer de la eternidad.

...Los profetas describen lo que vieron en Visiones... con sus órganos imaginativos e inmortales. Un Espíritu y una Visión no son, como supone la filosofía moderna, un nuboso vapor, o una nada: se hallan organizados y articulados meticulosamente, más allá de lo que pueda producir la naturaleza mortal y perecedera. Quien no imagina rasgos más fuertes y mejores, y bajo una luz más fuerte y mejor que la de su ojo perecedero, no imagina en absoluto."

Todas las biblias o códigos sagrados son causas de los errores siguientes:

1. Que el hombre tiene en realidad dos principios existentes, a saber, cuerpo y alma.
2. Que la energía, llamada el Mal, sólo pertenece al Cuerpo; y la Razón, llamada el Bien,
sólo pertenece al Alma.
3. Que Dios atormentará eternamente al hombre por seguir sus energías.

Pero los siguientes contrarios de ello, son verdad.

1. El hombre no tiene un Cuerpo distinto de su Alma, pues lo que llamamos Cuerpo es una porción del Alma discernida por los cinco sentidos, principales entradas al Alma en nuestros tiempos.
2. La energía es la única Vida y emana del Cuerpo. La Razón es el confín o circunferencia externa de la Energía.
3. La Energía es la Delicia Eterna.
Quienes contienen al deseo, lo hacen porque el suyo es lo bastante débil como para ser contenido.
Así, quien contiene, o la razón, usurpan su lugar y gobiernan a los que se resisten.
Y contener gradualmente se torna pasivo, basta que es apenas la sombra del deseo.
La historia de esto consta en El Paraíso Perdido. El que gobierna, o la Razón, es llamado Mesías.
Y el Arcángel original, poseedor del mando sobre las huestes divinas, es llamado el Diablo o Satanás y sus hijos son llamados Pecado y Muerte. Pero en el Libro de Job, el Mesías de Milton es llamado Satán. Pues esta historia ha sido adoptada por ambos partidos.

En verdad, a la Razón le pareció como si el deseo hubiese sido expulsado; pero la versión del Demonio es que el Mesías fue quien cayó y formó un cielo con lo que había hurtado al Abismo.
Esto se muestra en el Evangelio, en el que le implora al Padre que le envíe al que reconforta o al Deseo, sobre el cual la Razón podría concebir Ideas para construir. El Jehovah -o Yhavé -de la Biblia no es otro que aquel que mora en la fogosa llama. Sabed que tras la Muerte de Cristo, se transformó en Yahvé.
Pero en Milton, el Padre es el Destino, y el Hijo, un promedio de los cinco sentidos; y el Espíritu Santo, ¡vacío!

Nota. La razón por la cual Milton escribió maniatado al referirse a los Angeles y a Dios y libremente al tratar de los Demonios y del Infierno radica en que era un verdadero Poeta y del partido de los Demonios, sin saberlo.

Los antiguos poetas animaban todos los objetos sensibles con dioses o genios. Les prestaban nombres de bosques, ríos, montañas, lagos, ciudades, naciones y de todo lo que sus dilatados y numerosos sentidos podían percibir.
Y en particular estudiaban el genio de cada ciudad o país, y los colocaban bajo el patrocinio de su divinidad mental.
Hasta que se formó un sistema del cual algunos se aprovecharon para esclavizar al vulgo pretendiendo comprender o abstraer las divinidades mentales de sus objetos. Así comenzó el sacerdocio.
Que escogió formas de culto tomándolas de cuentos poéticos hasta que por fin sentenciaron que eran los dioses quienes habían ordenado aquello.
Así los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el pecho humano.

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