jueves, 10 de marzo de 2011
El mito de Sísifo (Camus y el sin sentido de la existencia)
“Los dioses habían condenado a Sísifo a subir una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso”, y lo más extraordinario es que Sísifo es eterno. De esta forma, en “El mito de Sísifo”, Albert Camus intuye que la absurda tarea de Sísifo por subir la roca sin tener un propósito razonable y sabiendo que tendrá que comenzar el trabajo de nuevo, así por la eternidad, es metáfora de la vida del hombre, de la existencia angosta de éste.
El hombre nace y luego muere, y en el transcurso su mente juega con una pregunta de gran sentido filosófico, creadora y sublime. ¿Cuál es el propósito de la vida?, es la pregunta acerca del significado de la existencia, aquella que lucha por conocer para que se nace y se vive. La pregunta generadora de filosofía, la cual ha tenido miles de respuestas a través de la historia, encuentra en Camus una contestación por demás rica y reveladora: se nace para morir. Obvio dirán ustedes.
En un estilo que recuerda a Heiddeger, se insinúa que el fin de la existencia es el fin mismo. El Sujeto nace y es proyectado hacia la muerte, esa es la única opción viable que se le presenta, todas sus esperanzas y sueños y planes a futuro no son validos, porque no son seguros, lo único constante es la muerte, ese es el numen, la clave de estar y de ser. No hay más verdad, no hay más propósito.
¿Pero qué pasa mientras se vive?, ¿Qué pasa en ese interludio entre el nacimiento y la partida? El hombre pretende trabajar, amar, ser, y se pregunta siempre por la lógica del universo, por el orden del mismo y por los sucesos que le acongojan. Crea símbolos a fin de poder controlar, un poco, ese miedo natural a lo desconocido, les atribuye formas y estructuras familiares a fin de pretender un control sobre el entorno desconocido, sobre aquello en lo que no puede tener control. Hay en la naturaleza de la especie humana, una necesidad innata por clasificar todo lo que existe, a fin de apropiarse de ello, a fin de ser dueños de cualquier cosa (conocimiento, materia, seres), porque de lo que se es dueño no se puede tener temor.
Para ese propósito el hombre se reconoce en la ciencia, la religión y la moral, como fuentes ordenadoras de su vida. La ciencia le proporciona un método sistematizado y confiable, aparentemente. La religión le da un propósito a su existencia y lo provee de la esperanza de saber que más allá de su pútrida relación con el mundo, hay algo más y que será su recompensa. La moral, por último, lo ayuda a controlar sus acciones, a diferenciar lo que él cree bueno de lo malo, lo que debe y no debe hacerse, todo esto para justificarse y saberse libre de actuar como lo dicen las leyes. Sobre las genealogías de estas esferas se podría decir mucho y sin embargo nada al mismo tiempo, mi propósito es, solamente mencionarlas para ejemplificar cómo las personas viven afanosas de encontrar relaciones lógicas en todo lo que les rodea.
Sin embargo, y pese a toda la historia ideal acerca del conocimiento, el universo no tiene un orden lógico posible, y no es que sea ilógico, sino que no es lógico simplemente.
La relación del hombre con el mundo esta dada por un lazo de fenómenos que llenan este espacio, están repletas de “absurdo”. El absurdo nace de la relación del ser con su realidad. ¿Por qué se dice que es absurdo?, pues porque su raíz son las pretensiones razonables del sujeto y el choque de estas con lo irrazonable de la realidad. Tal vez para ustedes, no es tan fácil comprender esto).
Un ejemplo claro del absurdo es el caso de Meursault, (héroe existencial en el extranjero, también de Camus), en el momento del juicio (capitulo VI) declara que mato al árabe por causa del sol, razón totalmente risible en apariencia y de la cual todos se desprenden en carcajadas. Pero para Meursault es una razón plausible y no ve la gracia, para él esto es un buen motivo, y así es, él enfrenta un argumento justo contra una realidad carente de lógica y así nace una incongruencia, un absurdo.
Nótese que no es lo mismo el sentimiento del absurdo al absurdo en sí, el sentimiento del absurdo esta contenido en el absurdo, es sólo una etapa de este.
El conocimiento de que el universo esta regido por lo absurdo le da al hombre un pesar desmedido, la verdad siempre es una carga para el que la conoce y, sin embargo, cuando ya la posee es imposible que reniegue de ella, la verdad de saber que el mundo y sus fenómenos no son como los dicta la razón instrumental es la verdadera fatalidad del individuo.
Entonces, ¿cómo es el hombre que vive el absurdo concientemente? Este hombre no hace nada por lo eterno, no lo niega, pero no lo busca de ninguna manera, la trascendencia para él es algo que carece de significado. Este sujeto se aboca a su valor y a su razón. El valor le enseña a vivir sin desear más de lo que necesita y sin apelar por ello y contentarse con lo que tiene, y la razón le enseña los limites que le son propios. Con una conciencia de que es libre sólo por un tiempo determinado, mientras vive, sigue la vida y su existencia y sólo se ocupa de sí mismo, “en el esta su campo de acción” dice Camus.
En cuanto a la moral, el hombre que conoce el absurdo sabe que muchas leyes están mal planteadas y que carecen de utilidad real, no obstante el no planea nada en contra de las leyes, sino que recomienda que se tomen con calma. El crimen no es algo permitido para él, pero tampoco lo es el remordimiento, no hay culpables, sólo responsables. Es raro este concepto escrito por Camus en su descripción del hombre absurdo, ya que a pesar de no haber culpables él esta de acuerdo en que todos somos culpables en cierta forma. El personaje Meursault,(la novela: El Extranjero, cuesta 50 pesos en Hispamer) al encontrarse en el juicio en su contra y escuchando las acusaciones que se le imputan llega a la conclusión de que todos somos un poco culpables. Tema tratado más adelante en la vida de Camus en “Los justos”, en donde se hace la reflexión de quién juzga a la justicia, aunque eso no es tema para tomarse aquí, sólo basta decir que el absurdo es a veces incomprensible hasta para quien lo vive en carne propia. Cuando leí este libro de Camus, me recordó una frase de Almafuerte: "Mejor no pidas justicia, con solo pedir ya es demasiado".
La muerte es para Camus la culminación del entendimiento del absurdo, porque el hombre es realmente dichoso y vive seriamente cuando comprende su finitud y sabe que ha existido no como debe ser, sino como pudo ser y eso lo libra de una carga enorme de responsabilidades y de culpas.
Lo importante es, entonces, saber que a pesar de que la vida es absurda y no tiene objetivo trascendental, a mi parecer, se debe seguir viviendo razonablemente, y con la mayor dignidad posible, se debe procurar encontrar alguna razón para vivir cada día y para esperar la muerte gratamente. Vivir valientemente es la mejor forma de vivir, sabiendo que todo es un caos y que no hay razón mínima para existir, aun así existo y pongo orden en mí, porque, como cité anteriormente, yo soy mi propio campo de acción.
Es muy bueno saber que en este mundo ilógico, el mismo desorden hace que nada este mal. Edipo, cuando viejo, llega a una conclusión en extremo deslumbrante y que esta llena de una comprensión de la vida claramente magnifica, el dice: “A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo esta bien” y así es, todo en el mundo es como debe ser, de nada hay que culparnos ni nada hay que permitir nos remuerda la conciencia, porque al fin y al cabo nada es malo o bueno, sólo es y nosotros le damos un significado, sobre nosotros pende no la culpa sino la responsabilidad.
Para concluir nada mejor que el último párrafo de esta obra analizada: “...dejo a Sísifo al pie de la montaña […] cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por si solo el mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”. Y no hay mejor forma de ver la vida, yo también veo a Sísifo conciente de su tarea amarga y sin sentido, pero veo igual que él sabe que es todo lo que tiene, la roca es su mundo y no necesita algo más para poder ser feliz. La felicidad radica en el conocer y en no ambicionar nada más de lo que se puede tener, hay que aceptar nuestra fatalidad, nuestra vida absurda, nuestra roca y apreciarla por el solo placer de tenerla y de que es nuestra.
Todo lo que anteriormente había dicho Sócrates.
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