sábado, 23 de octubre de 2010

En las entrañas del monstruo

¿Cómo a veces en un sentido tan profundo uno deja llevarse por las distracciones del mundo?
 Me interrogaba en voz alta a mi mismo.
¿De qué hablas Mario, me decía con una voz suave y con la mirada distraída hacia mi, mi madre?
Nada madre, no me ponga atención, es que estoy delirando,
no sabe que los delirios producen una especie de satisfacción necesaria.
Yo siempre he buscado en la ilusión, una fuerza, una vitalidad que no sé a dónde vaya a parar.
 Si, ese soy yo, el que camina en un valle sin destino, sin guía ni tiempo.
Voy en solitario, camino a pies firmes, cansado de vagar,
voy y vengo para reafirmarme que necesito para mí y solo para mí, mi soledad.
 Vivo solo sin soledad. Junto conmigo, me distraigo a veces en pensar en los demás.
Me necesito. Y esa es la única forma de encontrarme.
Muchas veces me han dicho que soy un excéntrico, una cosa rara,
 un hombre nada de común en el mundo, pero ¿qué tengo que ver yo con tales apreciaciones?
Me dispongo a regalar una mirada a quien me regale su vista tranquila;
 yo como un ser de la naturaleza original no puedo cambiar mi extraño lugar
 en que estoy en este preciso momento, en este precioso instante.
¿Y si fuera mañana? No, yo sólo existo hoy, mañana voy hacer las formas distintas
en mi pensamiento y en mis reflexiones.
Yo como ninguno en este mundo me he sorprendido muchas veces
la extrañeza de sentir la existencia universal en mi ser.
Cargo con toda la existencia del mundo, ¿podéis comprender eso?
Para mí, es complicado explicarlo, sólo se puede vivirlo, sentirlo.
Una vez en este mundo y con mis circunstancias, aquí en este preciso instante,
 dejaré de apreciar todo lo que me es posible contemplar.
Me he visto convertido en todo el universo; sólo el universo entero puede
conocer los misterios de la existencia misma, sólo el monstruo sabe pero
 muchas no entiende las explicaciones que debe dar.

A mi no me veréis como la gente común, maravillándose por todo, por distracciones
 y banalidades que sólo perjuicio traen al espíritu. Yo amo a la belleza en su interior,
 la naturaleza que trae consigo otras bellezas conexas: Lo físico; el color de los ojos,
la mirada penetrante, una sonrisa fiel, una carita de sutilidad precisa llameando fulgor
y resonancia celestial.
Ando por un camino que lo he llevado hasta a agotar sus últimas esperanzas en mí,
 yo quiero vivir solamente con mi naturaleza, con mi esencia.
¿Cómo veo al mundo? ¿Acaso un hombre al que le chorrean los defectos
por delante, puede decir alguna palabra útil?
No, yo soy igual que todo el mundo; sólo me propongo con sumo oído a escuchar la voz de la naturaleza.
¡Si, yo soy el monstruo de la naturaleza!

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