jueves, 30 de septiembre de 2010

La mente como enfermedad

LA MENTE ES UNA ENFERMEDAD. Esta es una verdad básica que Oriente ha descubierto. Occidente dice que la mente puede enfermarse, o puede sanarse. La psicología occidental depende de esto: que la mente puede estar sana o enferma. Pero Oriente dice que la mente como tal es la enfermedad, que no puede estar sana. Ninguna terapia psiquiátrica puede servir de ayuda; como mucho puede hacer que esté normalmente enferma.
Así que en relación a la mente existen dos tipos de enfermedades: normalmente enferma (esto es, que tienes la misma enfermedad que otros a tu alrededor) o anormalmente enferma, que quiere decir que padeces algo único. Tu enfermedad no es algo ordinario; es excepcional. Tu enfermedad es algo individual, no colectivo; esta es la única diferencia. O normalmente enferma o anormalmente enferma, pero la mente no puede estar sana. ¿Porqué? Oriente dice que la propia naturaleza de la mente es tal que siempre estará enferma. La palabra "salud" es hermosa, procede de la misma raíz que la palabra "totalidad". Salud, curación, totalidad, sagrado o santo…: todas estas palabras proceden de la misma raíz. Parece mito. Cada vez voy más fuerte.
 La mente no puede estar sana porque nunca puede estar entera. La mente siempre está dividida; la división es su base. Si no puede estar íntegra ¿Cómo va a poder estar sana?, y si no puede estar sana ¿Cómo va  ser sagrada? Todas las mentes son profanas. No existe cosa tal como una mente santa. Un hombre santo vive sin mente porque vive sin división. Hay quién me dirá: ¡Qué pesimista!

 La mente es la enfermedad. ¿Cómo se llama esta enfermedad? Su nombre es Aristóteles, o si prefieres que que realmente parezca una enfermedad puedes llamarla "aristotelitis". Así suena totalmente como una enfermedad. ¿Por qué es Aristóteles la enfermedad? Porque dice: "O esto o lo otro. ¡Elige!". Y elegir es la función de la mente; la mente no puede existir sin elegir. 
Al elegir caes en la trampa, porque siempre que eliges lo haces en contra de algo. Si estás a favor de algo, tienes que estar en contra de algo; no puedes estar solamente a favor ni puedes estar totalmente en contra. Cuando el "a favor" entra, el "en contra" le sigue como una sombra. Cuando aparece el "en contra", el "a favor" aparece también; oculta o abiertamente.
Cuando eliges, divides. Entonces dices: "Esto está bien, esto está mal". Y la vida es una unidad. La existencia no puede dividirse, la existencia es un profundo "unísono". Es unidad. Si dices: "esto es bonito y esto es feo", la mente ha entrado en escena, porque la vida es las dos cosas juntas. Lo bonito se vuelve feo, y lo feo se va haciendo bonito. No hay una línea divisoria; no se les puede poner en compartimentos separados. La vida va fluyendo de esto a aquello. 

El hombre tiene compartimentos fijos. La naturaleza de la mente es la fijación, y la fluidez es la naturaleza de la vida. Es por eso que la mente es obsesión; está siempre fija, es sólida. Y la vida no es tan sólida; es fluida, flexible, se mueve hacia lo opuesto. Algo está vivo en este momento y al siguiente está muerto.

¿Qué vas a hacer con la vida? No puedes elegir. Si quieres estar con la vida, con la totalidad, tendrás que vivir sin elegir.
La mente es una elección. Aristóteles hizo de ella la base de su lógica y de su filosofía.

"Vive sin elegir". ¡No hagas distinciones!. Desde el momento en que haces una sola distinción, desde el momento en que la elección aparece, ya estás dividido, fragmentado; has enfermado, no estás entero. 

Esto es muy fuerte.
No se puede construir una Iglesia basándose en mí o en Jesús. ¿Cómo vas a poder levantar una Iglesia sin elegir? Una Iglesia tiene que estar a favor o en contra de algo; tiene que estar a favor de Dios y en contra del diablo. Y en la vida Dios y el diablo no son dos, son uno. El diablo es una cara y Dios es la otra cara de la misma energía; no son dos. Aunque es muy difícil de aceptar, yo he llegado a ese término.
Unas veces se presenta como diablo y otras como Dios. Y si te fijas atentamente, descubrirás que son lo mismo. Unas veces se presenta en forma de ladrón y otras en forma de hombre ejemplar. Unas veces le encontrarás en lugares respetables y otras en lugares de perdición. Se mueve, él es un movimiento. Y para él ninguna costa está demasiado lejos, nadie está fuera de su alcance; se mueve entre todo el mundo.
Jesús no hace distinciones, pero el cristianismo sí, porque una religión tiene que hacerlas; una religión tiene que convertirse en algo moral. Y una vez que una religión se ha vuelto moral ya no es una religión. La religión es la cosa más horrorosa que existe. Se necesita un gran valor para vivir sin elegir, porque la mente dice: ¡Elige!. La mente dice: ¡Di algo! Esto está mal, esto está bien. Esto es bonito, esto es feo. Amo esto, odio aquello. La mente dice: ¡Decídete!.
La mente tiene la tentación de dividir. Una vez que divides, la mente se encuentra a sus anchas. Si no divides, si dices: No voy a decir nada. No voy a juzgar, la mente se siente como en su lecho de muerte. Aristóteles dice que A es A y nunca puede ser no-A; los opuestos no se pueden encontrar. Yo digo que no hay opuestos; que ya se han encontrado, que siempre han estado encontrándose.


La libertad y la elección

¿Qué pasará con nosotros, cultura de humanos, sociedad del tercer milenio, que nos empeñamos en creer que ser libres es ser omnipotentes?
Poco más o poco menos, todos tenemos esta idea de libertad y entonces desde nuestra soberbia nos preguntamos: ¿Por qué no puedo hacer lo que yo quiero si soy libre?
Y cuando no podemos hacer todo lo que queremos... preferimos creer que no somos libres antes de aceptar que la definición es errónea, antes de aceptar que no somos omnipotentes.

 Lo que realmente uno no puede elegir es el sentimiento. En ese sentido, no hay ninguna posibilidad de elegir y, sobre todo, es muy pernicioso tratar de hacerlo. Porque es muy perjudicial tratar de empujarnos a sentir cosas que no sentimos, o actuar como si las sintiéramos. Porque los sentimientos no se eligen, suceden.
En el resto de las situaciones, siempre podemos elegir. Porque aún en el caso extremo de que un señor me ponga un revólver en la cabeza y me diga: “Matalo a él o te mato”, aun en ese caso puedo elegir.
Yo creo que todos podríamos justificar cualquiera de las dos elecciones. 
Si un señor me apunta y me dice: 
“Dame la plata o te mato”, está claro cuál sería la elección que 
cualquiera de nosotros tomaría. Y nadie juzga. 

Cuantas más posibilidades de elección tengo, más libre me siento.
Esto se ve claramente en el tema del dinero.
¿Por qué existe en nosotros la idea de que el dinero da más libertad?
Porque aumenta algunas posibilidades. Entonces, al tener más posibilidades me siento más libre. A veces no tener dinero limita mis opciones a sólo dos y entonces muy libre no podré sentirme.
 Lo mismo para el ambiente social, lo mismo para la estructura familiar, lo mismo para el tipo de trabajo que hacemos.

El crecimiento conlleva un aumento de la sensación de libertad.
Crecer significa aumentar el espacio que cada uno ocupa. 
En la medida que haya más espacio, habrá más posibilidades. 
¡Qué vergüenza como hemos tergiversado todo!    A empezar de nuevo...

lunes, 27 de septiembre de 2010

El hombre y su absurdidad

                                                         Lo absurdo
Los hombres son lo más absurdos que he conocido en mi angustiosa vida.
Jamás emplean las libertades que tienen, sino que exigen las que no tienen.
Tienen libertad de pensamiento, pero exigen libertad de expresión.

Como se sabe, hay insectos que mueren en el momento de la fecundación.
Tal ocurre con el placer: el momento más exuberante e intenso de goce
 que nos ofrece la vida va acompañado de la muerte.

Es una imperfección humana alcanzar lo que anhelamos sólo a través de lo contrario. 

 Tengo aún un confidente íntimo: mi melancolía. 
En medio de mi alegría, en medio de mi trabajo, 
me hace una señal, me llama a un lado, aunque físicamente permanezca en mi sitio.
 Mi melancolía es la amante más fiel que he conocido. 
¿Qué hay de extraño, pues, en que la vuelva a amar?

¡Y si todo lo del mundo fue una equivocación! ¡Y si la risa fuera en realidad llanto!

La puerta de la felicidad no se abre; por eso de nada sirve asaltarla y echarla abajo. 
Se abre después y se ve que no hay nada que hacer.

No tengo valor para ocupar, para poseer nada. 
La mayoría de la gente se queja de que el mundo es muy prosaico,
 de que en la vida no ocurren las cosas como en las novelas, 
donde las ocasiones siempre son propicias. 
Yo me quejo de que la vida no es como las novelas, 
donde uno tiene que luchar contra padres desalmados, 
contra duendes y trasgos; donde uno tiene que liberar a princesas encantadas. 
¿Qué son todos esos enemigos juntos comparados con los pálidos,
 exangües, longevos y nocturnos espectros con lo que yo tengo que luchar
 y a quienes doy vida y existencia?

Lo más ridículo para mí es el de andar apresurado por todo,
 el que ofrece un hombre que se mata trabajando y buscando comida. 
 ¿Qué arreglan con sus prisas esos hombres? 
¿No les ocurre acaso lo que a aquella mujer que, al declararse un incendio en su casa,
 en su prisa salvó las tenazas de la lumbre?
 ¿Qué otra cosa salvaron ellos del gran incendio de la vida?

¿Y qué decir de las inocentes alegrías de la vida?
Que están bien, a excepción de que tienen el defecto de ser inocentes.
 Incluso se disfrutan mesuradamente. Cuando mi médico me ordena dieta, 
no dice ningún disparate. 
Durante cierto tiempo me abstengo de tomar ciertos alimentos;
 pero ser dietético guardando dieta... ¡eso es demasiado pedir!

La vida se me ha convertido en una bebida amarga. Así de fuerte soy.
 Sin embargo, tengo que beberla gota a gota, lentamente, contando.

"El tiempo pasa, la vida es un río..." dicen los hombres. Yo no lo noto. 
El tiempo está parado y yo también. 
Todos los planes que lanzo vuelven directamente a mí. 
Cuando quiero escupir, me escupo a mí mismo en la cara.

Que se quejen los demás de que el tiempo es malo.
 Yo no me quejo de que es ruin, pues no tiene pasiones.
 Los pensamientos de los hombres son pesados y frágiles como encajes; 
los mismos hombres son dignos de lástima, como las encajeras. 
Los pensamientos de sus corazones son demasiado mezquinos para ser pecaminosos. 
Sus placeres son sosegados y apáticos; sus pasiones, soñolientas. 
Estos mercenarios cumplen sus obligaciones, pero se permiten,
 como los usureros, achicar un poquito las monedas.
 La mejor prueba de la miseria de la existencia es la que da la contemplación de su gloria.

La mayoría de los hombres corren demasiado tras los placeres,
 pasando ante ellos sin gozarlos.
 Les pasa lo que a aquel enano que cuidaba en su palacio de un princesa cautiva.
 Un día se puso a dormir la siesta y al despertarse una hora después, 
se encontró con que la princesa se había escapado. 
Se calzó a toda prisa las botas de cien leguas; y de un solo paso ya la había dejado muy atrás.

La ley es ésta: si la proclamación es verdad, debe producir lo que proclama.

La expresión "la verdad desnuda" puede interpretarse de este modo: 
relacionarse verdaderamente con la verdad significa que
 todas las vestimentas internas y externas de la ilusión tienen que descartarse.

La verdad está incesantemente sometida a fraude,
 particularmente por parte de aquellos más cercanos a ella. 
Puesto que la verdad nunca se decide por el "qué" sino por el "cómo",
 es claro que siempre tendremos falsas ediciones de la misma verdad.

El opuesto exacto de la verdad es "lo probable". 
La verdad no consiste en una aproximación. 
Aquello que yace más cerca de la verdad no es más verdadero -no,
 ésta es la más peligrosa de todas las ilusiones, la más peligrosa simplemente 
porque está tan cerca de la verdad sin ser la verdad.

Seamos honestos acerca de ello. Tememos más a la verdad que a la muerte.

¡Ven, sueño y muerte! ¡ Vos no prometes nada y cumples todo!

 ¿Qué sentido tiene esta vida? Si se divide a la humanidad en dos grandes grupos,
 puede decirse que uno trabaja para vivir y que el otro no tiene necesidad de trabajar. 
Pero el trabajar para vivir no puede ser el sentido de la vida,  
 puesto que es una contradicción decir que proporcionar constantemente 
las condiciones sea la respuesta a la pregunta sobre su sentido,
 que con ayuda de ellas ha de condicionarse. 
Si se quiere decir que el sentido de la vida es morir, 
me parece de nuevo una contradicción.

Es curioso: en las dos oposiciones más terribles se adquiere una idea de la eternidad.
 Si me imagino a aquel infeliz contable que perdió la razón al ver con desesperación que, 
por haber sumado siete más seis igual a catorce, 
había arruinado a una casa comercial; si me lo imagino día va y día viene,
 abstraído de todo lo demás, repetir para sí mismo que siete y seis son catorce,
 tendré una idea de la eternidad. Si me imagino una espléndida belleza en un harén, 
descansando en toda su gracia en un sofá, sin preocuparse para nada del mundo,
 entonces tendré una idea de la eternidad.

Lo que los filósofos dicen acerca de la realidad suele ser 
tan decepcionante como cuando en lo de un comerciante 
se lee en un letrero "Aquí se plancha". 
Va uno con su ropa para que se la planche y se lleva el gran chasco: 
el letrero   estaba allí para vender.

Vivir en el recuerdo es la vida más completa que podemos imaginar. 
El recuerdo alimenta más ricamente que la realidad y tiene una tranquilidad 
que ninguna realidad posee.
 Una circunstancia recordada ya ha entrado en la eternidad 
y no tiene interés temporal alguno.

Sólo tengo un amigo: el eco. ¿Y por qué es mi amigo?
 Porque yo amo mi pena y él no me la quita.
 Yo sólo tengo un confidente: el silencio. ¿Y por qué es mi confidente? Porque se calla.

Mi alma ha perdido la posibilidad.
 Si yo tuviese que desear algo, no desearía riquezas ni poder,
 sino la pasión de la posibilidad, el ojo que en todas partes ve la posibilidad eternamente joven, 
eternamente ardiente. El placer decepciona, la posibilidad no. 
¡Y qué vino es tan espumoso, tan oloroso, tan embriagador!

La mayoría de nosotros somos como un tren del cual ha huido la locomotora
 estamos tan lejos por delante de nosotros mismo, estamos tan lejos por detrás!

En cierto sentido todos estamos corriendo. 
Corremos detrás del dinero, del status, del placer.
 Corremos con habladurías, rumores, charla sucia, con mentiras,
 ficciones y trivialidades. 
Corremos ahora al este y ahora al oeste, jadeando por nuestros continuos encargos.
 Pero no corremos por la pista de carreras.

Cuando la gente o cuando una generación vive meramente por metas finitas,
 la vida se vuelve un torbellino sin sentido
 y con ello una desespearada arrogancia o una desesperada angustia. 

El resultado del progreso humano es que todo se vuelve más y más magro. 

Te exhorto a la desesperación, no como a un consuelo, como a un estado 
en el que debes permanecer, sino como a un acto que requiere toda la fuerza,
 toda la seriedad y todo el recogimiento del alma; pues mi convicción, 
mi victoria sobre el mundo, es que todo hombre que no ha gustado
 la amargura de la desesperación se engaña siempre acerca del sentido de la vida, 
aún en el caso de que haya conocido la alegría y la belleza.

Hay hombres que se apoyaron en sí mismos y triunfaron en todo, 
otros lo sacrificaron todo; pero el más grande de todos es quien creyó en sí mismo. 

Detenerse no es un reposo indolente. Detenerse también es movimiento. 
Es el movimiento interior del corazón.
 Detenerse es profundizarse uno mismo en interioridad.
En cambio continuar y continuar es ir directamente al abismo de la superficialidad

Ser maestro no significa simplemente afirmar que una cosa es así, 
o recomendar una lectura, etcétera. 
No, ser maestro en el sentido justo es ser aprendiz. 
La instrucción empieza cuando vos, el maestro, aprendes del aprendiz,
 te pones en su lugar de modo que puedas entender lo que él entiende y 
de la forma que él lo entiende, caso de que no lo hayas entendido antes, 
y si lo has entendido antes, le permitaas someterte a un examen de manera
 que pueda asegurarse de que tú sabes tu papel.

La gente confunde el concepto de hacerse viejo en el sentido del tiempo
 con el de hacerse viejo en el sentido de la eternidad.

A cada instante y a cada punto la táctica debe adaptarse 
a una lucha que se lleva contra un concepto, una ilusión.

Sólo hay salvación en una cosa, en convertirse en individuo, 
en el pensamiento de que "lo individual" es una categoría esencial.

Desde el principio he sido como si estuviera arrestado
 y en cada instante he percibido que no era yo
 quien interpretaba el papel de amo, sino que otro era el Amo. 
Es como si un padre dijera a su hijo: Puedes llevártelo todo, es tuyo; 
pero si no eres obediente y lo utilizas como yo deseo....
 bien, yo no te castigaré quitándotelo, no, quédatelo: te aplastará.

Sin Dios soy demasiado fuerte para mí mismo, 
y tal vez estoy deshecho en la más desesperada de las maneras.

Ha hallado felicidad en la experiencia de estar literalmente solo 
en todo el vasto mundo, solo porque, dondequiera que estuviese, 
tanto ante todos como ante un amigo, siempre estaba oculto bajo el traje de mi engaño,
 de forma que   entonces estaba tan solo como en las tinieblas de la noche; 
solo, no en las selvas americanas con sus terrores y sus peligros, 
sino solo en compañía de las más terribles posibilidades, 
que transforman incluso la más espantosa actualización en un alivio y un descanso;
 solo, casi con el lenguaje humano contra mí; 
solo con los tormentos que me han enseñado más que una nueva anotación
 en el texto sobre la espina en la carne; 
solo con decisiones en las que uno necesitaría la ayuda de amigos,
 y de toda la humanidad si fuera posible; solo en tensiones dialécticas que (sin Dios) 
conducirían a la locura a cualquier hombre con mi imaginación ; 
solo en la angustia hasta la muerte; 
solo frente al sinsentido de la existencia, sin ser capaz aunque quisiera
 de hacerme a mí mismo inteligible a una sola alma; ¿pero qué estoy diciendo, 
"una sola alma"? No, había veces en que no se podría decir "sólo esa faltaba",
 veces en que yo no podía hacerme inteligible a mí mismo. 
Cuando ahora reflexiono sobre esos años que pasé de esta manera ¡cómo me estremezco!

Ha sido inexplicable para mí que circunstancias que parecían triviales y accidentales en mi vida
 (las cuales, es preciso decirlo, eran agrandadas excesivamente por mi imaginación)
 me llevaran a una definida situación que yo mismo no comprendía 
y se convertía en melancolía, y entonces engendraban un determinado talante, 
precisamente el talante que debía usar en relación con el trabajo 
con que me ocupaba entonces y precisamente en el lugar justo.

De niño estuve bajo el imperio de una prodigiosa melancolía,
 cuya profundidad encuentra su justa medida sólo en la igualmente
 prodigiosa habilidad que tenía para esconderla bajo una aparente alegría. 
Hasta donde alcanza mi recuerdo, mi única alegría consistía en que nadie 
pudiera descubrir lo desdichado que me sentía. 

Nunca, en ningún instante de mi vida, me ha abandonado la fe 
de que uno puede hacer aquello que quiere a excepción de una cosa;
 todo lo demás incondicionalmente, pero una cosa no:
el escapar de la melancolía en cuyo poder me hallaba.... Nunca se me ocurrió que, 
aunque intentara la más audaz de las hazañas, no saldría victorioso, 
a excepción de una cosa, todas las demás absolutamente, 
pero una cosa no: el desprenderme de la melancolía de la cual,
 y de cuyo acompañante el sufrimiento, nunca estuve enteramente libre
 ni siquiera por un día. 
Esto, sin embargo, debe entenderse en relación con el hecho de que fui iniciado muy tempranamente en la idea de que conquistar significa conquistar en un sentido infinito, 
lo cual en un sentido finito significa sufrir. 
Así pues, esto correspondía con mi melancólico convencimiento interior 
de que, en un sentido finito, yo no servía para nada.
 Lo que me reconciliaba con mi destino y con mis sufrimientos era que yo,
 tan desdichado, tan torturado prisionero, había alcanzado esta ilimitada capacidad de engañar,
 de forma que podía quedarme absolutamente a solas con mi dolor....
 Yo me hallaba de acuerdo conmigo en una cosa:
 para mí no había consuelo o ayuda que buscar en otros... 
Y así, en mi melancolía, me consideraba elegido para este destino.

Sólo feliz en el pensamiento de la eternidad, porque lo temporal no es, 
ni nunca será, el elemento del espíritu, sino que en cierto sentido ha de ser su sufrimiento.

Supongamos que, si viviera más, el tiempo me privara de todo 
y supongamos que la próxima época me diera plena satisfacción. 
¿Qué daño puede realmente hacerme, o de qué provecho puede servirme? 
Lo primero no puede dañarme si tan sólo procuro estar ausente, 
y lo segundo no puede serme de ningún provecho, ya que entonces me habré convertido, 
en el solemne sentido de la expresión, en "un ausente".

 Ninguna política ni ninguna mundanalidad ha llevado a cabo ni ha podido 
pensar o realizar hasta sus últimas consecuencias el pensamiento de la igualdad humana.
 Pues es imposible realizar la completa igualdad en medio 
de la mundanalidad, es decir, realizarla en un medio cuya naturaleza
 implica diferencias, y realizarla de una forma mundana, 
es decir, afirmando diferencias... 
porque si se tuviera que alcanzar una completa igualdad, 
la mundanalidad terminaría.
 Mas ¿no es una especie de obsesión por parte de la mundanalidad 
el haberse metido en la   cabeza la idea de desear la completa igualdad
 y querer llevarla a cabo por medio mundanales... en un medio mundanal? 

Lo que la época necesita en el sentido más profundo puede 
decirse total y completamente en una sola palabra: necesita... eternidad.
 La desdicha de nuestro tiempo es justamente ésta: 
que se ha convertido simplemente en nada más que "tiempo", 
lo temporal, que no tolera oír hablar de eternidad; y así
 (con las mejores intenciones o furiosamente) 
haría la eternidad totalmente superflua mediante una falsedad, 
sagazmente planeada, la cual sin embargo, no tendrá éxito ni en toda la eternidad: porque cuanto más se cree uno capaz de vivir sin lo eterno, más siente la esencial necesidad de ello.

La Verdad sólo puede ser comunicada y recibida por "el individuo", 
el cual puede ser cualquier hombre viviente. 
La señal que distingue a este hombre es simplemente la de la verdad, 
en oposición a lo abstracto, a lo fantástico, lo impersonal, lo multitudinario,
 lo numérico, lo público, que excluye a Dios como término medio y, 
por tanto, excluye también a la verdad.

¿Dónde está la salvación? Hay salvación sólo en una cosa: en volverse un individuo único. 
La persona verdaderamente espiritual es capaz de soportar el aislamiento, 
de detenerse "para profundizarse uno mismo en interioridad" 

Nadie, nadie en absoluto está excluído de llegar a ser un individuo,
 excepto aquél que se excluye a sí mismo convirtiéndose en multitud.

Nunca la colectividad y el individuo dentro de ella descubrirán tan profundamente
 que ella y todo individuo en ella, necesita y anhela tener algo que se mantenga incondicionalmente por sí mismo, anhela lo que la amante Divinidad descubrió en el amor: lo incondicional....
 Pedid al navegante que navegue sin lastre; zozobrará. 
Dejad que la colectividad o que cada individuo hagan el experimento 
de prescindir de lo incondicional; es un torbellino y seguirá siéndolo. 
Mientras tanto, durante un periodo más o menos largo, 
puede parecer que lo contrario es semejante a la seguridad y la estabilidad.
 Pero en el fondo es y seguirá siendo un torbellino.
 Hasta los mayores acontecimiento y las vidas más laboriosas son torbellinos,
 o son como coser sin hacer un nudo en el hilo,
 hasta que se tiene de nuevo el extremo, por el hecho 
de que lo incondicional ha vuelto a aparecer; o que el individuo, 
por muy remotamente que sea, vuelve a relacionarse con lo incondicional.
 Vivir en lo incondicional, respirando solamente lo incondicional, 
es imposible para el hombre; perece como el pez obligado a vivir en el aire. 
Pero por otra parte, sin relacionarse con lo incondicional,

el hombre no puede decir que "vive en el sentido más profundo".
 Abandona su espíritu; es decir, tal vez siga viviendo, pero sin espíritu.

Lo incondicional es más necesario cuanto más supera el individuo
 la dependencia infantil de otros hombres. 
De ahí que "el individuo" debe relacionarse con lo incondicional. 
Esto es por lo que yo, en proporción a lo talentos que me fueron dados, 
con el mayor gasto de esfuerzo y con muchos sacrificios,
 he estado luchando, luchando contra toda tiranía, incluyendo la del número.

Si quieres ser repugnante para Dios, simplemente corre con el rebaño.

La eternidad es una idea muy radical y por tanto es un tema de interioridad. 
Siempre que se afirma la realidad de lo eterno, 
el presente se vuelve algo enteramente distinto de lo que era separado de ello.
 Precisamente por esto los seres humanos le temen (bajo el disfraz de temer a la muerte).
 Con frecuencia se oye que un determinado gobierno teme 
a los elementos inquietos de la sociedad. 
Yo prefiero decir que toda la época es un tirano que vive en temor 
del elemento inquieto: la idea de la eternidad.
 No se atreve a pensar en ello. 
¿Por qué? Porque se derrumba bajo el peso de la interioridad 
y esto es lo que evita más que otra cosa.

La verdad es una incertidumbre objetiva sujeta mediante apropiación
 personal con la más apasionada interioridad. 
es la verdad más elevada que pueda haber para una persona existente.
 En el punto en que el camino se divide, el conocimiento objetivo se suspende,
 y uno sólo tiene incertidumbre, pero esto es precisamente lo que intensifica 
la infinita pasión de la interioridad. 
La verdad subjetiva es precisamente la osada aventura de escoger 
la incertidumbre objetiva con la pasión de lo infinito.

La desesperación viene bajo diferentes disfraces.
 Carecer de infinitud es una limitación que desespera. 
Consiste en atribuir valor infinito a lo trivial y a lo temporal. 
Aquí uno mismo está perdido al ser reducido a lo finito. 
desesperación de la finitud permite ser embaucado
y privado de uno mismo por "los otros".
 La persona, al ver la multitud de gentes y cosas alrededor,
 al ocuparse con todo tipo de asuntos mundanos, al ser sabia en los modos del mundo, 
se olvida de sí misma, olvida su propio nombre, no se atreve a creer en sí misma, 
encuentra que ser sí misma es demasiado arriesgado,
 encuentra mucho más fácil y seguro ser como los demás, 
volverse una repetición, un número junto con la multitud.
Ahora bien, esta forma de desesperación pasa virtualmente inadvertida en el mundo. 
Precisamente al perderse a sí misma de esta manera, la persona obtiene todo
 lo que se necesita para una actuación impecable en la vida cotidiana,  
 sí, para ser un gran éxito en la vida. 
Y entonces se es un fundamento tan seguro como un pedrusco. 
Lejos de que cualquiera piense que tal persona está desesperada;
 ¡si es justamente lo que un ser humano debiera ser!.
 Es alabada   por los demás, honrada, estimada y está ocupada
 con todos los objetivos de la vida temporal. 
Sí, lo que llamamos mundanalidad simplemente consiste en gentes tales que,
 para decirlo así, se empeñan a sí mismas por el mundo. 
Usan sus capacidades, amasan fortuna, realizan empresas, 
hacen cálculos prudentes y cosas afines, y acaso hasta son mencionadas en la historia,
 pero no son auténticamente sí mismas. 
Son copias. En un sentido espiritual no tienen yo,
 no tienen yo por cuyo fin pudieran aventurarlo todo,.
Si olvidas de introducir el silencio en tu casa, entonces falta lo más importatne.
El silencio no es algo específico, ni consiste simplemente en la ausencia de conversación.
 No, el silencio es como el la iluminación suave en un cuarto agradable, 
como la calidez en un cuarto modesto.
 No es algo acerca de lo que se habla, pero está allí y ejerce su poder benefactor.
 El silencio es como ese tono, el tono fundamental, al que no se le da preeminencia y es llamado tono fundamental precisamente porque yace a la base.
 Y el silencio puesto en casa: ese es el arte de la eternidad de hacer de una casa un hogar.

¡Ah, hoy todo es ruidoso! 
Así como se dice que una bebida fuerte agita la sangre, 
así todo en nuestro día, incluso el proyecto más insignificante, 
hasta la comunicación mas vacía, está diseñado meramente
 para sacudir los sentidos o para agitar las masas, la multitud, 
el público: ¡ruido! Y nosotros los humanos, nosotros gente inteligente, 
parecemos habernos vueltos insomnes a fin de inventar
 siempre nuevos medios para aumentar el ruido, 
para desparramar el ruido y la insignificancia con la mayor facilidad posible
 y a la mayor escala posible. Sí, todo se ha dado vuelta. 
¡Los medios de comunicación se han perfeccionado,
 pero lo que se publica con tal prisa y ardor es basura!
 ¡Oh, haced silencio! ¡Silencio, estúpidos!